Con las piernas levantadas en esa incómoda posición, despertando de la anestesia, se le acercó la enfermera y con dureza susurró: -Mataste un niño.
Y ella, tan pequeña y asustada, la miró con un vacío enorme…Ya lo sabía.
Y pudieron pasar mil años y su pecado perdonado, pero ella jamás lo olvidó.
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