Mi infancia en general fue solitaria. Tan acostumbrada estaba a ello que aunque hubiera personas en mi derredor yo seguía en mi mundo.
Viví rodeada de espíritus/sombras, algunos de ellos todavía vivos y otros ya no; aun así para mi eran sólo nombres familiares a quienes conocía a través de la evocación de mis padres.
Eran tan vívidos que formaban parte de mi entorno a pesar de no conocerlos. Las fotografías me acompañaban y aún hoy lo siguen haciendo, desde allí me dicen «seguimos aquí, estamos contigo».
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