La Gran Dama, Reina de los Silentes, sentada en su sillón observa con tranquilidad a las personas que se encuentran en la sala mientras escucha las novedades que le reportan y sus consejos sobre futuras acciones.
Ella es venerada por los Nobles y el pueblo. Esa figura rodeada por un halo de misterio origina respeto y lo obtiene de la autoridad que le da la sabiduría
Con un leve movimiento de cabeza autoriza al Presidente del Consejo de los Tres a hablar:
-Señora, Arnica -La Mística-, en sus oraciones se comunicó con el Gran Dios del Universo y recibió malas noticias. El Gran Dios le permitió conocer la decisión tomada por el Gobernante de los Fedores de atacar nuestro reino.
La Gran Dama asiente; piensa en el Gobernante de los Fedores, un hombre ambicioso y distante a quien sólo le importan sus posesiones y como acrecentarlas, y en el pueblo que rige, una población cuya credo principal es el Politeísmo.
-Será una lucha larga y cruenta -dice sin que su voz pierda firmeza.
El Gran Consejero está de acuerdo y responde:
-Los Fedores son un pueblo de tiranos y quieren conquistarnos, debemos preparar el ejército para la defensa.
La Gran Dama pide que la dejen sola. Ordena la presencia de Arnica, quiere escuchar a La Mística en persona para conocer en detalle sus visiones.
Mientras Consejeros y Nobles se retiran con el leve murmullo que los ropajes ocasionan, ella piensa en este pacífico pueblo que deberá arrostrar una guerra, de ser necesaria, para defender la paz y la seguridad de sus habitantes.
Se abre la puerta y una bella mujer se inclina ante ella.
La Señora entrecruza las manos y dice:
-Te escucho, Arnica, quiero saber cuáles fueron tus visiones, no omitas nada.
La Mística se abstrae en su relato durante largo tiempo; habla del Gobernante de los Fedores, hombre cruel e insaciable, sobre su pueblo rico donde los tesoros terrenales priman, también de la Gran Sacerdotisa, mujer poderosa que bajo las leyes del Politeísmo guía con firmeza a ese pueblo que no duda en ofrecer grandes sacrificios a sus Dioses para pedir grandes favores. Por último, habla de la revelación: “los Fedores se preparan para conquistar el reino, quieren apoderarse de las tierras, del pueblo trabajador y de los Conocimientos”
En este instante, la Gran Dama se estremece imperceptiblemente y pregunta cómo vio a su pueblo, y ella responde:
-Luchando, mi Señora.
Ante tanto riesgo pide que ingresen los Consejeros y el Capitán; necesita preparar las acciones de defensa.
La reunión no es demasiado larga, escucha a todos y decide aquello que menos afectará al reino. Da las órdenes necesarias y cada uno se retira rápidamente a cumplir con la obligación asumida.
Los Fedores, a pesar del poderío no lograrán avasallarlos, tienen la fortaleza del Gran Dios del Universo que los acompaña dándoles serenidad y seguridad en la lucha. Los Hombres vuelven a sus hogares heridos y, a otros, los traen muertos pero con el orgullo de haber cumplido con el mandato recibido.
La vida en la Aldea de los Silentes continua tranquila y abnegada, los campos fructifican, el ganado crece, sus hombres sanan.
El Gran Dios del Universo los protege
Octubre de 2009
