En un país que se destaca por la corrupción, donde los políticos y sus comparsas se enriquecen. Donde haber trabajado toda una vida no te garantiza una jubilación superior al costo de la canasta básica.
Un país donde la comida, la salud y la educación no está garantizada para más de la mitad de la población. Donde la basura política se ocupó de que casi tres generaciones pierdan la cultura del trabajo, subsidiándolos sin exigir una contraprestación.
Un país donde los subsidiados ganan más que un maestro, a quienes recargan de trabajo y los obligan a promover de grado, para que obtengan el certificado de finalización escolar sin haber aprendido lo básico: Leer y escribir.
Un país donde los médicos que trabajan para el Estado en los más importantes hospitales de la región deben salir a la calle porque también son parte de los olvidados. Los aplaudimos en la Pandemia y muchos de ellos perdieron la vida en ella y como premio reciben una paga miserable, con contratos de obra como prestadores monotributistas sin cobertura social.
En este país de políticos enriquecidos y allegados, todavía hay pueblos que viven como hace un siglo.
Los olvidados, sobreviven en pueblos sin caminos, hay que pasar al país vecino para llegar a ellos, no tienen agua ni luz. Los niños hacen sus deberes a la luz de una vela o un mechero.
Los olvidados comen de la basura sin que afecte a la elite política que usa vestimenta y alhajas de marcas de prestigio mundial.
Argentina, un país con premios nobeles, con importantes Universidades, con Profesionales destacados mundialmente pero con una desigualdad que nos recuerda a la época colonial de Reyes y vasallos.