
Y es la vida que te envuelve y llena de energía.
Y esa energía te hace bailar sin importar los años de la última clase…
y vuelas… sin que los límites se difuminen.
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Cuentos, Poemas, Sentimientos , Genealogía

Y es la vida que te envuelve y llena de energía.
Y esa energía te hace bailar sin importar los años de la última clase…
y vuelas… sin que los límites se difuminen.
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Aún si escribes del revés, puedo leerte de corrido,
Si hablas sin emitir sonido, puedo leer tu mente.
No importa el idioma que uses, siempre serás un libro abierto.

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No hace falta que me digas lo que piensas…sólo dime lo que quieres.

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No importan los años, no importa el tiempo. Nosotros siempre podremos danzar a nuestro ritmo…
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Desde niños nuestros caminos se entrecruzaron en ese tren de la vida lleno de curvas y escollos.
Algunos se alejaron por un tiempo, pero volvieron.
A otros los perdimos porque su camino fue más corto.
Esos, viven en nosotros, en las anécdotas. Nunca partieron de nuestros corazones.
Los que quedamos, aunque pase tiempo sin vernos estamos a un clic del chat…
Cerca para abrazarnos, porque no importa la edad cuando estamos juntos, seguimos adoleciendo a pesar de ella, y la alegría y la pena se unen para reconfortarnos.
Los que quedamos seguimos siendo Amigos del Alma, y recordando con alegría a los que se fueron a otra dimensión, muy cerca, a una milésima de distancia.





La casa se vistió de fiesta. Marieta se comprometía en matrimonio. Ella y Rodolfo eran una pareja ideal, ambos acostumbrados a una vida de holgura se complementan con sus ademanes elegantes, siempre atentos el uno con el otro.
Llegaron huéspedes para asistir a la ceremonia, entre ellos la prima Luisa, una joven alegre, que vestía con soltura ropa de colores brillantes, acostumbrada a llamar la atención y a disfrutar de ello. Esta vez fue inoportuna.
Creó una situación confusa entre dos caballeros que se disputaban su atención; uno de ellos, Hugo, tuvo la ocurrencia de obsequiarle un pendiente con pequeñas esmeraldas engarzadas, como demostración de su amor. Ella aceptó con total displicencia sólo para causar celos al otro. Tal actitud obligó a su tío a mediar en la disputa y el hecho fue considerado de mal gusto para el resto de la familia que se encontraba disfrutando de un clima agradable.
En la cocina Pedro y yo, los sirvientes, murmurábamos sobre las novedades. Nos juntábamos para compartir dolores, reclamando el trato injusto que recibíamos; éramos los criados más antiguos de la familia; habíamos crecido en esa residencia junto con la Damita que se acordaba de nosotros cuándo le urgía algún servicio, y nos daba toda clase de órdenes con el desdén y la prepotencia de la mala educación recibida que la hiciera crecer como centro del mundo.
Esa boda era esperada por la familia. Se vio a Marieta inclinada sobre la mesa con la pluma en una mano y, la otra, apoyada con languidez sobre el papel; el rostro tenía un leve resplandor y en la mirada se traslucía la firmeza del carácter. Su porte era el de una dama muy segura de sí, acostumbrada a ser respetada y obedecida ciegamente, pero en ese momento se encontraba inusualmente nerviosa.
El día de la boda se acercaba y toda la casa se encontraba revolucionada; querían destacarse socialmente realizando una fiesta inolvidable. De pronto, Pedro y yo escuchamos un grito y un ruido sordo en la sala. Corrimos y, lo primero que vimos, fue a la señorita Luisa caída a los pies de la mesa, donde se hallaba un jarrón de porcelana dorado con un ramo de flores de colores, arreglado exquisitamente.
Dimos la alarma y, con urgencia, llegó el médico, pero ya era tarde: ella estaba muerta.
Los criados nos miramos y observamos aquellos pálidos rostros de nuestros patrones y los de los invitados: expresaban temor; más aún cuando el médico informó que fue envenenada
Todo era miedo, todo era sospecha. El jefe de policía inspeccionó el lugar y descubrió que el ramo de flores estaba envenenado y Luisa era alérgica.
Comenzó el interrogatorio en una habitación contigua, los primeros fuimos los criados.
La pregunta: -¿Quien preparó el adorno floral?
La respuesta repetida fue:-La señorita Marieta.
Nadie vio nada anormal era una tarea cotidiana. El interrogatorio continuó con las restantes personas y la policía se retiró dando por terminada su tarea dejando un clima tenso.
Quien hizo el arreglo floral sabía que llamaría la atención y tentaría a acercarse a descubrir el aroma; por ello, en el agua con la que fueran rociadas puso unas gotas de veneno.
La intención y el destinatario, eran desconocidos…

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-Memorias de una Princesa-
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