cuento

La corona de flores

Apoyada en el vano de la ventana, la joven mira el paisaje, se zambulle en él, lo disfruta, percibe el aroma de las flores y el roce del aire en sus mejillas.

El aroma de las flores… nunca pudo escapar del embrujo que le produce, y este pensamiento la retrotrae a otra época, la de su niñez.

La niñez… que etapa tan bella; la inocencia y la falta de miedos llevan a realizar cosas instintivamente, sin pensar en los peligros que pueden traer aparejados.

La mente vuelve atrás, a cálidos recuerdos de niña, cuando su madre le leía cuentos y ella los vivía imaginariamente. ¿El preferido? El de la princesa que vivía prisionera en un castillo. Le parece escuchar:

“…Había una vez un castillo, rodeado de bosquecillos y prados por cuyos senderos paseaban los señores del lugar. Un surco de agua lo dividía y a la vez lo unía al resto del paisaje formado por pueblos lejanos y cumbres montañosas.

El castillo era deslumbrante, con murallas y torres, con ventanas desde donde se podía observar el paisaje, pero todo ello perdía brillo porque en  él habitaba una princesa de una especial hermosura, vestida con esplendidos trajes de seda bordada en hilos de oro, y del cuello colgaba un hilo con un pequeño diamante, su mirada…era melancólica y triste.

La princesa se encontraba encerrada en el castillo debido a que no había escuchado los consejos dados por las doncellas, sobre no subir a la cumbre de la montaña, esa que admiraba desde su ventana. La gente temía hacerlo porque creían en la existencia de obstáculos mágicos que hacían que, quienes visitaran el lugar, corrieran el riesgo de ser castigados. La princesa creyó que eran supersticiones y las desoyó.

Un día, muy tempranito, cuando el sol aún no aparecía en el horizonte, subió por el sendero empinado de la ladera mientras escuchaba el canto de los pájaros que despertaban. Iba mirando asombrada ese paisaje tan colorido, cuando de pronto, debajo de un declive espinoso, vio esa pintura de la naturaleza que con trazos de diferentes colores vestía las laderas, echando raíces en grietas y tapizando el suelo como la más cara alfombra que verse pudiera: eran flores de los colores más bonitos y las formas más vistosas. Las fue cortando una a una, seleccionando los colores y, en tanto fue alejándose de espaldas, para tener una mejor vista, casi resbala en los pantanos que por allí había.

No se detuvo, arrastró su vestido enlodado y continuó embelezada ante este prodigio. Se sentó sobre una piedra y, lentamente, mientras canturreaba acompañando los sonidos de la naturaleza, tejió una hermosa corona de flores. Cuando la hubo terminado, miró a su alrededor satisfecha, y allí se dio cuenta de lo tarde que se había hecho. Los árboles, por la altura del sol, proyectaban una larga sombra. Eso le advirtió que era tarde. Se levantó, se colocó la corona y regresó a paso rápido.

A esta altura del cuento, ella respiraba profundamente y su madre concluía con estas palabras:

«…la corona que la princesa tejió estaba hecha con flores mágicas que no debían salir de la montaña; las mismas trajeron tristeza al hogar, el padre enfermó muy gravemente y, al no poder atender los negocios, perdieron riqueza; la princesa fue castigada por desobediente y entonces, no pudo salir del castillo hasta que un caballero la pretendiera en matrimonio. Esto llevó mucho, mucho tiempo…”

Toda vez que el aroma de las flores la embarga siente a su lado la presencia de la princesa.

Imagen Pinterest

@poupeedinubila

cuento

Historias de amigos

La posada es un lugar de colores cálidos, con techo de madera cuyas gruesas vigas descienden a pocos metros del piso. María se mueve diligente, con un impecable delantal, atendiendo a los clientes, pasando casi desapercibida, esto crea un ambiente de intimidad del que disfrutan los hombres que se reúnen a desayunar en torno a las mesitas de blancos manteles, para leer el periódico y comentarlo; también aprovechan ese momento de sosiego para contar historias escuchadas o vividas. De la posada salen las novedades del pueblo, algunas se narran en voz alta; otras, se susurran.

 José gira en la silla para cruzar las piernas, en tanto los compañeros se acercan más a la mesa para escuchar la historia prometida.

 – ¿Se acuerdan de Luigi? -la respuesta viene con un movimiento de cabeza, todos en el pueblo lo conocen.

 Luigi, hombre simple, bien parecido a pesar de los rasgos y apariencia toscos, en su rostro se destacan los ojos verdes transparentes, como vacíos, el cabello pelirrojo luce sus ondas despeinadas de tanto pasarse las manos en un gesto inconsciente, propio de su timidez. Su oficio es el de carpintero artesano, le dedica mucho tiempo y toda la paciencia del mundo, por eso siempre es recomendado.

 – La semana pasada, Luigi estaba trabajando en la casa de Giuditta Molinaro, restaurando el revestimiento de madera de la sala.

 Apenas resuena el nombre de Giuditta se escuchan unos suspiros de admiración. Es una bella joven con unos ojazos negros de mirar asustado,  asiduamente viste blusa blanca de volados que se cierran en el escote, con mangas abullonadas al codo y una falda fruncida que marcan su cintura, los brazos desnudos de manos menudas y largos dedos la hacen ver frágil, es una chiquilla despertando a la juventud.

 José debe carraspear para lograr la atención.

 – Luigi se ocupaba de su tarea y encontró parte del artesanado astillado creando una luz que le permitía ver la habitación contigua; y allí estaba ella… desvistiéndose con lentitud, la enagua caída dejando ver el torso desnudo, los brazos levantados para quitar los invisibles que le sujetaban el cabello. Los gestos eran lentos e imprecisos, en ese momento de soledad volaba sintiéndose cobijada por esas cuatro paredes que le brindaban intimidad. Imaginen el azoramiento del carpintero ante tanta belleza.

 – Relatan que este hombre –explica José – se sentía tan incomodo que trataba de no mirarla, que observaba los muebles antiguos de la habitación, el cubrecama de seda y los almohadones, pero el cuerpo de la joven se encontraba en medio y él no podía despegarse del listón de madera.

José mira a sus compañeros cuyas cabezas ladeadas se le acercan más para poder escuchar mejor, y se relaja, toma el tiempo necesario para encender un cigarrillo, acariciar al perro que está echado a sus pies y apoyando los codos sobre la mesa explica:

 – Lo más interesante no fue lo que vio… sino cómo lo descubrieron. Al día siguiente, aproximadamente a la misma hora, apoyó la frente en la madera y miró por la rendija hacia la habitación de Giuditta, la cama estaba tendida con el cobertor de bellos colores, los almohadones prolijamente ordenados, el cuadro pendía de la pared como lo recordaba, pero…vacía. En ese preciso momento, una mano se le apoyó con levedad en el hombro y, al darse vuelta, vio a Giuditta frente a sí. El golpe en la mejilla fue tan fuerte que la pequeña mano quedó marcada. La furia de la chiquilla al sentirse espiada confundió tanto a Luigi que, tartamudeando y con palabras inconexas, ensayó una disculpa mientras guardaba las herramientas en el maletín. Dicen que después de aquella escena, Luigi no volvió a la casa ni a cobrar el trabajo realizado.

  Las opiniones son dispares: unos envidian la ocasión de Luigi, otro critica su falta de decoro, en tanto José se regodea con la discusión preguntándose qué habría hecho el carpintero si efectivamente hubiese estado restaurando el revestimiento del cuarto de Giuditta.

Imagen Pinterest

@poupeedinubila

cuento

Mytika

Enrique de pie, en medio de la escena, revive hechos ocurridos en la isla Mytika. Sus compañeros, Julián y Matías, sentados a una mesa beben y escuchan atentamente. La voz de Enrique va cambiando de tonalidad a medida que avanza el relato, los sucesos son tan vívidos que en su cuerpo reaparecen las sensaciones del momento en que ocurrieron.

Enrique cuenta:

-De esa expedición participamos Omar, Moyan y yo. Los tres somos muy distintos pero las casualidades del destino nos unieron. Omar es un príncipe árabe, quinto varón en la escala de descendencia; situación que le otorga riqueza, pero que lo excluye de la posibilidad de acceder al trono. Esto provoca una rivalidad con sus hermanos mayores y lo lleva a alejarse en busca de aventuras que le permitan sentirse poderoso.

Moyan, en cambio, es heredero de un rico comerciante africano. Es un hombre seguro de si mismo, fue educado con los mejores profesores y viaja para ampliar sus horizontes, disfrutando de cada novedad y tratando de analizarla desde sus conocimientos previos.

Enrique gira hacia sus amigos y explica:

-Cada uno de nosotros tenía  un motivo distinto. Moyan iba en busca de su mujer e hijos a la isla de Preta. Omar quería aventura por el desafío que ello implica, y a mí… sólo me llevaba el deseo de un viaje placentero, pero diferente.

Mientras estábamos en la borda del velero, apareció de pronto, flotando a la vera del casco, una caracola  de colores iridiscentes. Moyan se esforzó en conseguirla como un regalo para sus hijos. Cuando por fin la alcanzó nos juntamos para admirarla. Omar la acercó al oído y exclamó: “el mar ruge y habrá tormenta”. Moyan, poniendo gesto de desolación, la tomó y, al apoyarla contra el oído, su rostro se transformó. Explicó que escuchaba la melodía del mar en calma. Mi curiosidad fue tan grande que también quise hacerlo. Todo esto  sucedía entre risas y bromas.      

En este punto, Enrique calla agita sus manos con emoción y con un hilo de voz dice:

-Escuché silbidos de sirenas y una voz susurrante que me llamaba.

     Julián y Matías se miran  con expresión de desconcierto,   Enrique continúa ensimismado:   

-Los tripulantes del barco nos advirtieron que no debíamos jugar con las creencias: “los designios del mar se cumplen”, “el rey de los mares es un rey poderoso, un enojo suyo puede transformar un mar apacible en uno furibundo”, “se le debe respeto y entrega”… –decían los marineros-. Al  oírlos, no pudimos dejar de sonreír.

  El mar, hasta entonces  calmo, empezó a encresparse; y el cielo,  de un azul celeste intenso,  a oscurecerse. Las ráfagas de viento fueron cada vez más fuertes, el barco se hamacaba con mayor violencia. Súbitamente vimos una pared de agua frente  a nosotros, el golpe fue tan intenso que encallamos en un risco, una isla pequeña en medio de la nada. Según el mapa del capitán, era la isla Mytika, conocida como hogar de sirenas y dioses.

  Se sienta con sus amigos, toma la copa, la hace girar entre sus dedos y agrega:

  -Fue una noche muy larga. Nadie durmió, el sonido del mar embravecido nos atemorizó y el recuerdo de nuestra experiencia con la caracola trajo sobresalto, nos íbamos contagiando el estado de ansiedad hasta convencernos de haber avistado sirenas y otras criaturas mitológicas llevándonos a escenas de histeria. Si, la noche fue demasiado larga y tenebrosa. Al amanecer despertamos del ensueño y observamos, a un kilómetro de distancia, la isla de Preta, nuestro destino. Nunca pudimos explicarnos lo que pasó, el lugar en que estábamos era apenas un peñón rodeado de un mar que lamía sus bordes mansamente.

Imagen Pinterest

@poupeedinubila

cuento · Sentimientos

Flores envenenadas

             La casa se vistió de fiesta. Marieta se  comprometía en matrimonio. Ella y Rodolfo eran una pareja ideal, ambos acostumbrados a una vida de holgura se complementan con sus ademanes elegantes, siempre atentos el uno con el otro.   

            Llegaron huéspedes para asistir a la ceremonia, entre ellos la prima  Luisa, una joven alegre, que  vestía con soltura ropa de colores brillantes,  acostumbrada a llamar la atención y a disfrutar de ello. Esta vez fue inoportuna.

            Creó una situación confusa entre dos caballeros que se  disputaban su atención; uno de ellos, Hugo, tuvo la ocurrencia de obsequiarle  un pendiente con pequeñas esmeraldas engarzadas, como demostración de su amor. Ella aceptó con total displicencia sólo para causar celos al otro. Tal actitud obligó a su tío a mediar en la disputa y el hecho fue considerado de mal gusto para el resto de la familia que se encontraba disfrutando de un clima agradable.

            En la cocina  Pedro y yo, los sirvientes,  murmurábamos sobre las novedades. Nos juntábamos para compartir dolores, reclamando el trato injusto que recibíamos; éramos los criados más antiguos de la familia; habíamos crecido  en esa residencia junto con la Damita que  se acordaba de nosotros cuándo le urgía algún servicio, y nos daba toda clase de órdenes  con el desdén y la prepotencia de  la mala educación recibida  que la  hiciera crecer como  centro del mundo.

           Esa boda era esperada por la familia. Se vio a Marieta inclinada sobre la mesa con la pluma en una mano y, la otra, apoyada con languidez sobre el papel; el rostro tenía un leve resplandor y en la mirada se traslucía la firmeza del carácter.  Su porte era el de una dama muy segura de sí,  acostumbrada a ser respetada y obedecida ciegamente, pero en ese momento se encontraba inusualmente nerviosa.

           El día de la boda se acercaba y toda la casa se encontraba revolucionada; querían destacarse socialmente realizando una fiesta inolvidable. De pronto,  Pedro y yo escuchamos  un grito y un ruido sordo en la sala. Corrimos y, lo primero que vimos, fue a la señorita Luisa caída a los pies de la mesa,  donde se hallaba un jarrón de porcelana dorado con un ramo de flores de colores, arreglado exquisitamente.

           Dimos la alarma y, con urgencia, llegó  el médico, pero ya era tarde: ella estaba muerta.

            Los criados nos miramos y observamos  aquellos pálidos rostros de nuestros patrones y los de los invitados: expresaban temor; más aún cuando el médico informó que fue envenenada

            Todo era miedo, todo era sospecha. El jefe de policía inspeccionó el lugar y descubrió que  el  ramo de flores  estaba envenenado y Luisa era alérgica.

            Comenzó el interrogatorio  en una habitación contigua, los primeros fuimos  los criados.

             La pregunta: -¿Quien preparó el adorno floral?

             La respuesta repetida fue:-La señorita Marieta.

             Nadie vio nada anormal era una tarea cotidiana. El interrogatorio continuó con las restantes personas y la policía se retiró dando por terminada su tarea dejando un clima tenso.

             Quien hizo el  arreglo floral sabía que llamaría la atención y tentaría a acercarse a descubrir el aroma; por ello, en el agua con la que fueran rociadas  puso unas gotas de veneno.

La intención y el destinatario, eran  desconocidos…

Imagen Pinterest

cuento

El niño y el poeta

Sentados en el banco de una plaza se encuentra un niño con un poeta.

El niño lo observa mientras éste escribe en un cuaderno. Lo mira…duda….se decide y le pregunta a que se dedica.

El joven que estaba tan compenetrado en lo suyo lo mira con una sonrisa y contesta:

-Soy poeta.-

  La curiosidad se duplica y mientras se revuelve en el banco para hacer tiempo,  vuelve a preguntar:

  – ¿Porqué los poetas escriben tan difícil que cuesta comprenderlos? En la escuela la maestra nos da poesías y tenemos que aprenderlas de memoria porque no entendemos su significado.

   El poeta contestó: -estás en un error, escribimos sobre la vida con las mismas palabras que usas diariamente, sólo cambia el orden para marcar la entonación  y la importancia de lo queremos decir.

  – ¿Porqué me cuesta entender los poemas si son tan fáciles? – responde el niño.

   El poeta lo mira con picardía y explica:

   -No dije que fuera fácil, simplemente que hay una edad para todo. A medida que creces comprendes muchas cosas de la vida, y en cada etapa te sentirás representado por un poeta  diferente.  Las palabras son las mismas, porque las emociones, los dolores y alegrías, nos afectan a todos,  sólo que algunos optan por expresarse escribiendo.

   Insiste el niño:- ¿Cómo logro entender los poemas que leo?

   – Simple, -dice el poeta- sólo tienes que poner la mente en blanco, concentrarte en lo que lees    y dejar que las palabras te envuelvan, así percibirás que las emociones viven en ti,  y te sentirás parte de ellas.

     El niño mira al poeta con unos ojazos agrandados por el asombro y sonríe. Nunca  le habían explicado que los poemas se leen, se viven…y cuando forman parte de uno, simplemente se  dicen… con la entonación que ponemos al contar nuestras emociones.-

Imagen Pinterest

cuento

El ataque al Reino de los Silentes

La Gran Dama, Reina de los Silentes, sentada en su sillón observa con tranquilidad a las personas que se encuentran en la sala mientras escucha las novedades que le reportan y sus consejos sobre futuras acciones.

Ella es venerada por los Nobles y el pueblo. Esa figura rodeada por un halo de misterio origina respeto y lo obtiene de la autoridad que le da la sabiduría

Con un leve movimiento de cabeza autoriza al Presidente del Consejo de los Tres a hablar:

-Señora, Arnica -La Mística-, en sus oraciones se comunicó con el Gran Dios del Universo y recibió malas noticias. El Gran Dios le permitió conocer la decisión tomada por el Gobernante de los Fedores de atacar nuestro reino.

La Gran Dama asiente; piensa en el Gobernante de los Fedores, un hombre ambicioso y distante a quien sólo le importan sus posesiones y como acrecentarlas, y en el pueblo que rige, una población cuya credo principal es el Politeísmo.

-Será una lucha larga y cruenta -dice sin que su voz pierda firmeza.

El Gran Consejero está de acuerdo y responde:

-Los Fedores son un pueblo  de tiranos y quieren conquistarnos, debemos preparar el ejército para la defensa.

La Gran Dama pide que la dejen sola. Ordena la presencia de Arnica, quiere escuchar a La Mística en persona para conocer en detalle sus visiones.

Mientras Consejeros y Nobles se retiran con el leve murmullo que los ropajes  ocasionan, ella piensa en este pacífico pueblo que deberá arrostrar una guerra, de ser necesaria, para defender la paz y la seguridad de sus habitantes.

Se abre la puerta y una bella mujer se inclina ante ella.

La Señora entrecruza las manos y dice:

-Te escucho, Arnica, quiero saber cuáles fueron tus visiones, no omitas nada.

La Mística se abstrae en su relato durante largo tiempo; habla del Gobernante de los Fedores, hombre cruel e insaciable, sobre su pueblo rico donde los tesoros terrenales priman, también de la Gran Sacerdotisa, mujer poderosa que bajo las leyes del Politeísmo guía con firmeza a ese pueblo que no duda en ofrecer grandes sacrificios a sus Dioses para pedir grandes favores. Por último, habla de la revelación: “los Fedores se preparan para conquistar el reino, quieren apoderarse de  las tierras,  del pueblo trabajador y de los Conocimientos”

En este instante, la Gran Dama se estremece imperceptiblemente y pregunta cómo vio a su pueblo, y ella responde:

-Luchando, mi Señora.

 Ante tanto riesgo pide que ingresen los Consejeros y el Capitán; necesita  preparar las acciones de defensa.

La reunión no es demasiado larga, escucha a todos y decide aquello que menos afectará al reino. Da las órdenes necesarias y cada uno se retira rápidamente a cumplir con la obligación asumida.

 Los Fedores, a pesar del poderío no lograrán avasallarlos, tienen la fortaleza del Gran Dios del Universo que los acompaña dándoles serenidad y seguridad en la lucha. Los Hombres vuelven a sus hogares heridos y, a otros, los traen muertos pero con el orgullo de haber cumplido con el mandato recibido.

La vida en la Aldea de los Silentes continua tranquila y abnegada, los campos fructifican, el ganado crece, sus hombres sanan.

El Gran Dios del Universo los protege

Octubre de 2009