Tengo la suerte de vivir en Resistencia, llamada «La Ciudad de las Esculturas». En sus veredas, avenidas, plazas, lugares específicos como sanatorios, museos, bancos, edificios públicos, frente al domicilio de un vecino… están erigidas las esculturas. Es un Museo a cielo abierto.
En principio el Gobierno y una distinguida sociedad cultural «El Fogón de los Arrieros» las compraban y las emplazaban- mi tía Estela Quattrochio perteneció al grupo de visionarios que iniciaron esta Sociedad y su antecesora «El Ateneo del Chaco «-
Desde 1988 con el auspicio del Gobierno del Chaco y la «Fundación Urunday» se realiza un Concurso de Esculturas a cielo abierto que dura una semana y en ella el público puede disfrutar el avance de las obras y hablar con sus hacedores. Una experiencia única,dónde artistas de los lugares mas distantes del mundo comparten el disfrute de crear rodeados de niños y adultos que luego también podrán votar por el «Premio del Público» y el «Premio de los Niños», galardón casi tan importante como el del selecto Jurado. En principio se trabajaba en madera, pero luego se incursionó en mármol y otras materias. Todas las esculturas quedan para la Ciudad.
Esto es bueno, o no…según como se lo mire. Es un privilegio vivir rodeado de arte, pero a veces nos pasa que como estamos acostumbrados a ello no las miramos con el detenimiento que merecen.