poema

Para poder amarte

Viento, sol y lluvia,

Tres formas de acariciarte.

Tres formas de sentirte.

Tres formas de amarte.

Viento cálido.

Viento Norte que te abraza

Sin darte respiro.

Sol ardiente,

De este Chaco que nos dio la vida,

De esta tierra que nos cobijará en la muerte.

Lluvia,

Fresca y cantarina,

Canción de amor y esperanza.

Lelia Di Nubila-libro Reconociéndonos

sensaciones

Estoy en un «déjà vu» permanente, no sé que será. Sueño con personas a quienes nunca he conocido… con lugares en donde nunca he estado… con situaciones que nunca he vivido. No se que significará. Quizás es mi vida en un mundo paralelo. Quizás es algo que me espera. Quizás es mi otro yo, a quien no conozco, y se presenta en este «déjà vu» permanente…

Lelia Di Nubila

poema

Enseñanzas para mi hijo

Enséñale a mi hijo

a sufrir cada embate.

Enséñale a vivir, con alegría.

Enséñale a morir, todos los días.

Enséñale a amar

a cada instante.

Yo te lo agradeceré toda la vida.

 

Que no pierda ni un minuto de tus días.

Que no llores por la ausencia de alegrías.

Que levante la cabeza con orgullo

y construya el futuro de su vida.

En cada momento de esta aventura,

yo estaré a su lado aunque no me vea.

Y en cada suspiro del viento

una caricia mía  vendrá.

Y en cada nuevo día

en un rayo de sol lo acompañaré.        

Lelia Di Nubila        

                                

cuento

Emma y el abanico

De pronto  Tomás recordó que  había guardado un abanico que encontrara, semanas atrás, sobre el escritorio. Abrió el cajón  y con el objeto en sus manos dejó volar la imaginación.

Era similar al que usara la señora de Sánchez y Pardo ¡qué familia tan extraña! Demasiado formales, el padre es profesor de música; la madre,  una mujer dedicada a la atención del hogar y al cuidado de las niñas, siempre con un estilo distante, sin demostrar cariño…eso quedaba para el padre… ella era quien debía hacer cumplir las reglas de la buena conducta.

Sí, los  rememoró como si estuviera volviendo a ver  una estampa. El día en que debió concurrir a la casa para llevar un recado, lo recibieron en la salita. Lucía, la señora, sentada en la silla, muy erguida sin tocar el respaldo, se abanicaba con energía, y apenas deslizó:

– ¿Cómo se encuentra su señora madre? –más por cumplido que por verdadero interés.

– Recuperándose de unas dolencias –respondió Tomás, que se sentía intimidado ante esa presencia.

Las niñas, dos hermosas jovencitas dóciles y bien educadas disfrutaban de los momentos de distracción con el padre; porque era él quien le daba calor y colorido a ese hogar. En esa oportunidad se encontraban sentadas en un sofá de terciopelo. Daban la impresión de posarse en él con la levedad de dos mariposas, las manitas juntas y los dedos cruzados como dispuestas para ser retratadas.

Don Gervasio, un hombre amable, se interesó por el bienestar de la familia de Tomás y fue quien llevó el hilo de la conversación, mientras la esposa soportaba con disgusto la escena haciendo flamear las varillas del abanico.

Durante esa visita Tomás se preguntó: ¿Cómo un elemento tan bonito y elegante podía convertirse en algo torpe en las manos de una mujer? Mientras lo hacía, lo abría y lo agitaba, continuaba con el hilo de las evocaciones.

Repentinamente, la puerta se abrió y en el vano se recortó Emma, la Nana. De ella emanaba calidez y dulzura, Tomás entendía que en ese momento se enamoró. Las niñas se transformaron, cobraron vida y en el rostro de Don Gervasio se dibujó una sonrisa

Emma era la encargada de llevarlas al conservatorio de danzas clásicas, una determinación tomada por el padre para cultivar el arte en esas mentes vírgenes y un modo de separarlas de la rígida educación impartida por la madre. Las clases de ballet eran más que eso, era un soplo de libertad. La Nana que se ocupaba de mostrarles la belleza del  mundo exterior, despertaba en las niñas un cariño incondicional.

Con el leve crujir del tafetán y las manitas tendidas en un saludo circunspecto las niñas se despidieron:

-Adiós Señor, mucho gusto en conocerlo -y con la ligereza de las mariposas desaparecieron entre los pliegues de la falda de Emma.

La mirada de Emma y esa sonrisa fueron la promesa que le hiciera volver a la casa de los Sánchez y Pardo.

Ve el abanico y tras él se dibujaba la silueta de su esposa.

Lelia Di Nubila

Sentimientos

Palabras para Carla

Te esperaba con tantos deseos, con ansiedad, me encontraba en ese momento de la vida de una mujer en que añora tener una nieta para poder compartir su existencia.

 Y, llegaste un día de la mano de tu. madre, tímida escondida tras su cuerpo, mi emoción fue incontenible te levante y te hice girar por el aire, te asustaste y a partir de allí te volviste más tímida.

 Me costó llegar a vos, siempre había una pared invisible de por medio y te arrebujabas en la falda de tu mami.

 Pasaron meses y llegó la noticia del hermanito, venía a este mundo acupar un espacio vacío, a completar la familia. Y…fue él quien nos acercó… primero desde la panza de mamá, porque me contabas las novedades, y cuando llegó reemplazó tus muñecas.

 De muchas formas insinuando… directamente… preguntándote, de todos modos intenté que me llamaras abuela, pero no obtenía resultados seguías llamándome por mi apodo.

 Santiago creció gritándome abuela en su jerga de balbuceos, eso logró que a vos también se te escapara tímidamente la palabra.

Fue un  largo trayecto, con algunos escollos en el camino. Un día Abril decidió venir al mundo ha hacernos compañía. La casa se llenó de ruidos y de risas, vos estabas en medio participando.

 Allí me di cuenta que ya no era importante que me llamaras “abuela”, importaba que me sintieras parte de tu familia, que compartiéramos algunos secretos, que compartiéramos la vida.

 Para mí siempre serás mi nieta mayor, para vos lo que el devenir del tiempo decida.

Un beso grandote de esta abuela del corazón que ganaste en el sorteo de la vida.

 Te quiero Muchísimo………….

 
poema

Francia 2981

Cuatro paredes, anidan mis noches.

Cuatro paredes sedientas de amor.

Cuatro paredes, repletas de sueños.

Cuatro paredes, de una pensión.

La más pequeña,

la última pieza de la casa.

Esa, es mi habitación, mi mundo,

mi hogar, mi ilusión.

Esas cuatro paredes cubiertas de afiches,

la mesa pequeña frente a la ventana,

el ropero en guardia frente a la cama,

Y en medio…

Ese cajón de frutas como mesa de luz.

Que hermosa es mi pieza.

Que hermoso su mundo.

Cuanta vida anida en ella,

En su humedad y desorden.

Cuatro paredes de un verde pálido.

Cuatro paredes color esperanza

Son cuatro paredes de una pensión.

Lelia Di Nubila