poema

Poema para tu olvido

No te importa

ni me importa,

aquello que vivimos.

No te importa, ni me importa,

aquello que no fue…

No me importa

el mundo que vivimos.

No me importas tú.

No me importa ser.

Recuerdos de un mundo que he soñado,

se queman en la hoguera del ayer.

Recuerdos de caricias que me has dado,

en el álbum del olvido ya han quedado.

No me importa tu existencia.

No me importan tus creencias.

No me importas tú…

Has muerto…!

Lelia Di Nubila

cuento

Mi profesora de piano

Cuando veo un piano pienso en ella, mi profesora, sentada marcando la partitura y corrigiendo con su voz cascada de tanto fumar. Era muy expresiva, si estaba alegre inclinaba la cabeza hacia atrás y reía con todo el cuerpo, sus manos temblaban permanentemente, pero bastaba que se posaran en el teclado para que lo hiciera vibrar con una melodía clásica o un tango.

 Esther era muy personal. Amiga de mi madre, compañera de viajes y secretos. Ambas estaban solas y con hijos, pero hacían de sus vacaciones periodos de soltería; creo que juntas lograron ese punto de locura donde el bien y el mal se unen para redimirse.

 ¿Como la veo a la distancia? La veo como ese cuadro de McNeill Whistler donde la niña vestida primorosamente de blanco, con balerinas negras atadas a los tobillos y los brazos cruzados apoyados con suavidad en el piano escucha a la profesora ejecutar el instrumento; la dama tiene un aire místico, el pelo recogido en la nuca deja el rostro al descubierto y con él sus sentimientos que se traslucen con el correr de los dedos sobre el teclado. La mujer y la niña son la representación del amor y la admiración. Esa pintura me la recuerda por la magia que lograba despertar en mí.

 Esther era de estructura pequeña y cuerpo esbelto, lucía polleras muy ajustadas o pantalones que marcaban su silueta, y tenía la sonrisa pintada en el rostro.

 ¿Cómo la veo a la distancia?, igual, eternamente igual, los años no pasaron para ella, siempre estaba igual.

 Un día enfermó de gravedad y con Esther sufrió mi madre, se perdían sus encuentros, la memoria compartida. Llegó la jornada de la despedida y también se fue el corazón de mamá. Nunca volvió a ser la misma, con la amiga partió parte del alma. Los secretos tan bien guardados por tantas décadas, los amores de verano, todo quedó enterrado en lo profundo de su ser y reflotó la pena y el resentimiento que la acompañó en el último período.

 ¿Como recuerdo a Esther? Como a la gemela de mi madre en un período en que lo guardaron para sí, un tiempo que permaneció en la nebulosa. La evoco con la imagen que quedó grabada en mí… riendo, mientras su cuerpo se agita tembloroso.

Lelia Di Nubila

poema

Poema LXV

Quisiera ser la brisa

que tus cabellos agitan,

ser aquél árbol,

que a su sombra pasas.

El viento Norte

que por cada poro penetra,

adueñándose de nuestros cuerpo.

El sol ardiente,

que nos recuerda que en el Chaco estamos.

La dulce llovizna,

que cual caricia,

se apodera de ti.

Ser yo misma.

Naturaleza, yo.

Ser todo aquello

que atándote no dañara.

Ser mucho

y  ser poco.

Ser solo yo.

Lelia Di Nubila-libro Reconociéndonos

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poema

Baty

El tiempo pasa,

y no te veré.

Tu niño crece,

y no volverás.

Los días pasan, formando meses…

Tu imagen se agiganta…

Amiga,

¿Porque nos abandonaste así?

¿No volveré a ver tu gesto de enojo,

tu orgullo de madre…?

¿Tus caprichos de niña…?

¡Ay …amiga,

que pronto te has ido!

Lelia Di Nubila

cuento · Libro Reconociéndonos

CUENCA, ESTOY ALLÍ… NO ME HE IDO

        Recorrí medio mundo, sin saber que encontraría. Lo único que conocía de España era una parte de mi familia que se desmembró y buscó otro rumbo, cuando en Argentina se vivía el peligro a diario, aunque muchos perteneciéramos a esa gran mayoría que se mantenía en la ignorancia, con nuestras rutinas, sin ver la trastienda.
España, algo tan lejano por años, sólo el hogar que cobijó a los míos.
Y llegó el día… fue un largo viaje… con el corazón oprimido esperamos en Barajas, con mi marido, que mi hermana nos buscara. Estaba parada frente a mí y no podía reaccionar. ¿Cuántos años habían pasado? Una década desde que nos había visitado, pero sentía que no nos habíamos separado, que no existía el tiempo entre nosotras.
Subimos y bajamos escaleras, subimos y bajamos subterráneos, caminamos por Madrid, todo dentro de una nebulosa, no era yo, era mi espíritu, el espíritu que se liberaba y descubría otro mundo, tan lejano a mi vida habitual.
Y por fin llegamos a Cuenca, la casa de mi hermana… nuestra habitación, a partir de allí nos miramos con mi esposo
y ninguno pudo expresar lo que sentía. Nos consideramos transportados a otra cultura, otro espacio que nada tenía que ver con nuestra Resistencia de origen.
Aún hoy cierro los ojos y camino por esas callecitas empedradas de la antigua Cuenca, me pierdo en sus pasadizos,
descubro sus edificios a los que los siglos no han podido quitar su majestuosidad. Abro una puerta y una pequeña Capilla con su Santo Patrono me envuelve en su espiritualidad. Camino un par de cuadras y un balcón me invita a disfrutar de una naturaleza pródiga, un vergel, rodeado de siglos, de puentes que cuelgan en el vacío casi infinito.
Estoy de vuelta en mi casa, pero una parte de mi ser quedó allá, quedó disfrutando de esas caminatas por callecitas
empinadas, estoy frente a la Virgen de las Angustias que impacta en su esplendor, estoy sentada en un barcito de la plaza rodeada de casas pintadas de colores vivos con sus balcones floridos sin perder su historia. Sí… me siento rodeada de una historia de siglos que me abraza cálidamente y ni los transportes con abuelos, niños, jóvenes, ni su bullicio, sus risas y su sorpresa empañan el espectáculo… es sólo el marco de uno de los cuadros más hermosos de mi vida.
Recorrer museos, sorprenderme con cada cosa que veo, ingresar a una casa colgante y sentir que estoy entre el cielo y el abismo y no tengo miedo. El pánico que nubla mi vida desapareció, ante tanta fortaleza.
Cuenca está allí al alcance de mi imaginación, nunca me fui una parte de mi ser sigue paseando por sus callejuelas…

Lelia Di Nubila del libro «Reconociéndonos»

Cuenca