Me miras tan triste…
Me miras sin ver…
Eres mi padre, el padre que amo y amaré.
Ya no me reconoces,
y yo no te reconozco.
Miro tu rostro y en el se reflejan los golpes que te dio la vida.
Tu cuerpo tan frágil y etéreo
no se parece a aquel otro,
voluminoso y de caminar cansino.
Poso mis manos en tu cabeza,
acaricio tu cuerpo,
Tus ojos se cierran y te relajas.
Estás en paz.
Noviembre de 2004-libro Reconociéndonos