poema

Poema XXVIII

Mañana cuando despiertes amiga,

de la sonrisa fresca y la carita hermosa,

pensaré en ti.

Tejeré tus sueños de un hogar futuro,

en este individual de cuadrillé.

Mi amiga la luna prometió acariciar,

con sus dedos de plata tus rubios cabellos,

mientras tú sueñas con el hombre

a quien has entregado tu amor.

Mañana,

el almanaque habrá borrado otro día.

Mañana,

habrás olvidado el ayer.

No pienses, amiga…

El ayer, en ayer quedó.

-christian-schloe-

Sentimientos

Te extraño…

 Experimentar la pérdida de un ser querido es muy doloroso. Hay dos formas de transitar el camino. Cuando la sentimos directamente nosotros y cuando nos trasciende a través de un hijo.

 La pérdida de nuestros padres por ejemplo nos arranca de cuajo el corazón y podemos abandonarnos al dolor, caer cuanto sea necesario, ausentarnos por el tiempo necesario, no existir y volver lentamente. Pero cuando la pérdida nos trasciende a través de un hijo, ese tiempo no existe…el dolor debemos llevarlo en silencio, no tenemos tiempo para llorar, primero está nuestro hijo a quien debemos acompañar en este camino. El dolor que sentimos es muy profundo pero no podemos permitir que nos inmovilice.

 Así transcurrió este año, fue una experiencia única, te tuve día a día, con el dolor de mi hijo, de los nietos, en las anécdotas, en las risas. Me costó mucho llorarte, debía ser fuerte…ser el hombro en que se apoye Pablo para no derrumbarse, mirarte a través de él y los nietos, continuar sus vidas. Es un camino duro y lo hice lo mejor que pude, porque nadie nos enseña cómo actuar en estas circunstancias, surge instintivamente y como siempre aprendemos de nuestros errores.

 Hoy se cumple un año desde que Dios decidió llevarte y creo que no te lloré lo suficiente, no hubo ninguna posibilidad de que me abandonara al dolor. Te fuiste luchando, a pesar de lo inesperado de tu partida, el último domingo compartido dijiste que sólo pedías un año más de vida, que ya sentías cumplida tu existencia. Cuando pregunté por tus hijos tu respuesta fue clara “para eso están ustedes…los abuelos” y nada hacía presagiar lo que ocurriría salvo ese profundo presentimiento de pérdida que yo sentía y que  lo interpreté erróneamente mientras hablaba del tema con vos, que hacías de mi confidente.

 Gracias por los años compartidos, por los nietos que me diste y por acompañarme cada día de este año que pasó. ¡¡Te extraño Mosa!!

pensamientos

Como decirte…

Como decirte que la luna no es tan blanca ni el cielo tan azul como lo ves. Que las personas no son blanco y negro… todas estamos llenas de grises.

Que los besos de mamá no se comparan con los de nadie, que podemos estar resentidos, podemos pasar por malos momentos, que quizás nuestra relación con mamá ya no es la de antes, quizás ella ya no este aquí…

Pero los besos de mamá siguen siendo los besos de mamá. Los besos de mamá siguen siendo únicos…

cuento

Un día perfecto

 Estoy sentada en la terraza del Hotel Presidente, mirando en  derredor, buscando inspiración mientras espero a Rosario.

 A las ocho y media de la mañana el lugar se encuentra medianamente lleno. Las mesitas redondas vestidas con  manteles de colores pasteles y sillas vienesas aguardan a sus ocupantes. El día es hermoso, el sol apenas calienta y el viento trae el aroma del mar. Me gusta disfrutar de este momento mientras espero a Rosario.

 El mozo se acerca, apoya la bandeja en la mesa, corre apenas la copa donde descansa lánguida una rosa amarilla, para bajar el pocillo y servirme el humeante café. Respiro ese aroma mientras el líquido se escurre. Lo completa con un toque de leche que parece no querer mezclarse nunca; mientras tanto, varios platitos con diferente contenido  rodean la taza de café. Respiro profundamente y esa mezcla de aromas me invade, despertando el apetito. Espero que el mozo se retire y continúo con la misión.

 ¡Qué día tan bello!, es especial para la tarea que me he propuesto. Mi mirada se pierde entre las personas que comparten la terraza; busco con detenimiento aquellas que se asemejen a  los personajes del nuevo libro en el que estoy trabajando.

 Sí, allí está ella, sentándose en la mesita de la esquina, bajo una sombrilla. Bonita, de una sensualidad ingenua puede con una simple mirada decir más que cien palabras. Es perfecta, ella es  Rosario, el personaje principal de la novela. Mientras la observo, un hombre asciende por la escalinata, se para a su lado, cruzan unas palabras y se sienta frente a ella. Podría ser otro de los personajes, tiene la apariencia de un joven a quien las experiencias extremas han madurado rápidamente; el brillo de sus ojos es el de dos brazas candentes, un hombre apasionado que se juega  entero por aquello que ama.

 Saco mi libreta de apuntes y tomo notas, trato de ser discreta para no llamar su atención. El joven está muy nervioso, no puede dejar quietas las manos, el mozo se acerca, y él con ademán brusco le hace saber que no ordenará nada. ¿Qué estará pasando en esa mesa? Ella tiene un atisbo de sonrisa en el ángulo izquierdo de la boca y lo mira con curiosidad, analizando su reacción.

 El bullicio me distrae y, de pronto, el ruido que produce el corrimiento de una silla y el tono de voz alterado llaman mi  atención  y la de los demás concurrentes.

 En ese momento ella desliza un papel sobre la mesa. Discreta, mira en derredor quitando importancia a la situación. Se incorpora y con paso lento recorre la terraza. Tiene el raro ángel con que se nace y de ningún modo se aprende; las largas piernas le dan a su caminar una cadencia felina de la que ni ella misma se da cuenta, toda ella es expresividad. Pasa a mi lado dejando la estela de su perfume. Se desliza por las escalinatas y comienza a avanzar por la arena hacia la orilla del mar.

 Vuelvo la cabeza hacia la mesa que dejara y veo al hombre que la acompañaba con la cabeza hundida entre las manos, abatido.

 La gente conversa y ríe, disfrutan del desayuno y del lugar.

 ¿Yo?, sólo pienso en qué pudo haber ocurrido entre esas dos personas. ¿Quién es en la vida real mi Rosario?

 Me levanto dando por concluida la tarea, guardo la libreta, dejo una propina y desciendo los escalones hacia la playa, respiro lo más profundo que puedo hasta sentir mis pulmones cargados de ese aire puro, me quito los zapatos y hundo los pies en la arena. Que sensación maravillosa…

andrew-atroshenko.2