Transcurre mirada de afuera, entre risas y terror, entre amor y abandono. Sólo quedan imágenes de momentos vividos.
Son estampas de un álbum similar a aquellas tomadas por los viejos fotógrafos de las plazas –con trípode y cajón– escondiendo la cabeza detrás de una cortinilla negra que los
hacia más ilusorios, más mágicos. Son imágenes instantáneas que dejan vislumbrar una historia que se quiere esconder. Fotografías perfectas, donde todos sonríen, donde todo parece demasiado prolijo.
A partir de allí aprendió a buscar amor y amparo entre la gente que conocía y aún muy pequeñita comprendió que existen madres del corazón y madres biológicas. Lo hizo para sobrevivir, por necesidad, carecía de lo más importante: cariño y atención. Siempre, en cada lugar donde vivió, adoptó una mamá, personas que se quedaron por siempre en su corazón.
La vida no fue fácil, pero se hicieron costumbre: las vacaciones con papá donde sobraba amor y mimos y el resto del año con mamá viviendo como una sombra. La sombra de su madre, era extremadamente tímida.
Los años pasaban, los hermanos iban y venían, eran nómadas en una familia atípica, situación que aceptaba pero no comprendía. Se refugió en juegos solitarios y en la lectura.
La lectura le abrió otros horizontes, un mundo fascinante, de diferentes culturas e historias de vida. La clásica literatura infanto-juvenil. Había agotado los libros de la biblioteca del pueblo en que vivía.
Fue una vida solitaria que le enseñó que “… hay cosas que no se dicen, no se cuentan, se sobrellevan muy escondidas en el interior de uno mismo”.
En tanto conoció personas que llevan una doble vida, que actúan diferente según la ocasión. Tristemente sufrió el abuso desde muy pequeña, cuando aún no podía discernir que pasaba. Con los años se dio cuenta que aquellos que debían cuidarla era quienes atentaban contra ella física y psicológicamente.
Pero “de eso no se habla…” no tiene quien la escuche, vive en su mundo, en el que se siente segura. Un mundo de fantasías.
Los años pasan a veces muy lentos, desfilan imágenes, algunas felices. Su mayor anhelo eran las vacaciones, allí veía a su papá, era su niña, tenía sus amigos que año tras año la esperaban y compartían momentos divertidos: navidades, reyes, festejaban su cumpleaños y se ponían tristes cuando llegaba la hora de la despedida. Cargaba su bolso de cuero, tan grande como ella y con él arrastraba la tristeza de una larga despedida.