Un 10 de septiembre decidiste partir y fue un dolor tan intenso que costó reflotar mi vida. El dolor y el enojo eran un freno potente.
El dolor se fue mitigando y el enojo se disipó, y por esas cosas mágicas de la vida te fuiste acercando.
Los años pasaron y esta fecha modificó su connotación.
El 10 de septiembre ya no es un día de despedida Madre, porque estás aquí, en mi día día.
Hasta mañana…