Acongojado la miro. Lucía, triste y con expresión totalmente ausente, la cabeza inclinada, mirando un punto inexistente se aferra a mi mano para no caer; es la imagen misma del dolor. Siento una rara sensación, no sé discernir quién de los dos es el más fuerte, parece que nos sostuviéramos mutuamente.
La noticia de la muerte de su madre llegó inesperadamente, la sabíamos enferma pero no esperabamos un desenlace tan rápido.
Observo a Lucía y no puedo dejar de ver en ese rostro a Laura; es igual a ella, y los recuerdos me atormentan aún más.
Laura, de una belleza inigualable, con larga cabellera rubia que suelta o recogida en una trenza era el marco perfecto. ¿Cuántas veces caminamos juntos por los senderos del jardín? ¿Cuántas veces besé su mano sintiendo el temblor que le producía? No lo sé, pero había tanta pasión en ese beso que lograba trasmitirle todo el amor que en mí cuerpo estallaba.
Fue inútil nuestro amor compartido; la familia buscaba un excelente matrimonio para su única hija y yo no era el mejor partido. Sólo era un joven noble que había perdido riqueza en una desafortunada vida de despilfarros. Era inexperto y me dejé llevar por las amistades, vivíamos cada día como si fuera el último, mis padres lo perdonaban todos y creían que si disfrutaba de los placeres de la vida luego sería un buen esposo, un esposo sosegado y austero.
En algo tuvieron razón: cuando perdí a Laura me convertí en un hombre sosegado y austero, pero de un solo amor. Nunca pude encontrar otra mujer, viví en la sombra, a la sombra de su familia, disfruté alegrías y la acompañé en los pesares.
La imagino durmiendo el sueño eterno en aquella habitación que conocí cuando la visité durante la enfermedad. Su cama que se recorta en el centro del ambiente con una imagen angelada en la cabecera; ese rincón preferido, la pequeña mesa y una banqueta con todo lo necesario para escribir. La imagino durmiendo, pero imagino a mi Laura. La Laura que conocí hace veinte años.
La presión de la mano de Lucía, me trae a la realidad. Laura se nos fue. Laura ya no está.
Lelia Di Nubila