Porque en tus últimos días nos dijimos
tantas veces cuánto nos queríamos,
porque, te acaricié y te dije al oído
lo que no te había dicho en una vida,
porque el dolor de tu última mirada fue la despedida.
Pensé que me costaría menos cortar raíces.
Pero dolió, fue como si te estuviera pariendo.
Y cada nuevo día arrastro mi cuerpo
por la casa queriendo volar nuevamente.
La otra noche volviste,
con tu cuerpo etéreo me envolviste como cuando era niña,
besaste mis mejillas.
Y te vi… Padre, sentada en la cama,
te vi partir con una sonrisa…
Lelia Di Nubila-libro Reconociéndonos