poema

Penumbras

La noche lo cubre todo.
La noche está dentro de mí con sus sombras,
parecen reírse de mi miedo a la soledad, al olvido.

La noche me grita que nadie me recuerda,
que todo está olvidado;
que siempre me encontrará sola,
tan sola como hasta ahora.

Tengo miedo.
Tengo miedo a la noche, a las sombras,
a todo aquello que tenga sabor a soledad.
Quisiera dormir, dormir para siempre,
cerrar los ojos y no despertar jamás.

Tengo miedo, la traición me acecha
lastimándome en lo que más quiero,
burlándose de mi ingenuidad.

No, no te alejes… tengo miedo,
las noches son largas, la traición acecha.
Tómame la mano, quédate conmigo
sólo por un rato…
“cerraré los ojos para no despertar jamás”.

Lelia Di Nubila- libro»Reconociéndonos»

pensamientos

Adiós Dr. Alfonsin, siempre estará en mi corazón

03/04/2009 02:55:31 p.m.
No pude escribir antes,nuevamente se murió mi padre, lo lloré como tal y recién hoy estoy en condiciones de hablar sobre el tema. Soy de los que llaman la generación perdida, me crié, eduqué, fue estudiante universitaria en épocas de dictadura.
Me case y nacieron mis hijos en la mayor dictadura que asoló nuestro país. Puedo considerarme una sobreviviente, muchos amigos, compañeros y aún familiares estuvieron presos, perseguidos y fueron desaparecidos.
Nunca voy a olvidar como lloré la primera vez que escuché su  discurso de campaña,me conmovió hasta lo mas profundo y a partir de allí fui Alfonsinista. Cuando cerró la campaña en nuestra provincia asistimos al acto con mi marido y y mis tres hijos uno de ellos era un bebe y estaba sentado en su carrito,disfrutaron del acto, disfrutaron de la libertad que se respiraba y lloré recitando el preámbulo.
Fue un gobierno dificil para nosotros, la provincia estaba en manos del justicialismo, y cuando le hacian huelgas se cerraban las oficinas para que nadie trabaje. Y vaya si pelee… reclamé mi derecho al trabajo. Esos días era único personal, habría y cerraba la oficina, me habían dado una llave para esas ocasiones. Tenía la convicción de que debía acompañar a Alfonsin, era apenas un granito de arena pero me sentía importante …podía pelear contra el sistema, él me daba fuerzas para ello y ningún ataque podía cambiar mi decisión. El 31 de marzo volví a perder un padre….lo lloré,pero se que no se fue… me acompañará por el resto de mis días. ¡Gracias padre!, ¡Gracias Dr. Raúl Ricardo Alfonsin!, Ud. me enseñó a vivir en libertad y a decir todo lo que pienso, algo muy difícil en el momento en que vivimos.-
Lelia Di Nubila

cuento

Despedida

Acongojado la miro. Lucía, triste  y con  expresión totalmente ausente,  la cabeza inclinada, mirando un punto inexistente se aferra a mi mano para no caer; es la imagen misma del dolor. Siento una rara sensación, no sé discernir quién de los dos es el más fuerte, parece que nos sostuviéramos mutuamente.

La noticia de la muerte de su madre llegó inesperadamente, la sabíamos enferma pero no esperabamos un desenlace tan rápido.

Observo a Lucía y no puedo dejar de ver en ese rostro a Laura; es igual a ella, y los recuerdos me atormentan aún más.

Laura, de una belleza inigualable, con  larga cabellera rubia que suelta o recogida en una trenza era el marco perfecto. ¿Cuántas veces caminamos juntos por los senderos del jardín? ¿Cuántas veces besé su mano sintiendo el temblor que le producía? No lo sé, pero había tanta pasión en ese beso que lograba trasmitirle todo el amor que en mí cuerpo estallaba.

Fue inútil nuestro amor compartido; la familia buscaba un excelente matrimonio para su única hija y yo no era el mejor partido. Sólo era un joven noble que había perdido riqueza en una desafortunada vida de despilfarros. Era inexperto y me dejé llevar por las amistades, vivíamos cada día como si fuera el último, mis padres lo perdonaban todos y creían que si disfrutaba de los placeres de la vida luego sería un buen esposo, un esposo sosegado y austero.

En algo tuvieron razón: cuando perdí a Laura me convertí en un hombre sosegado y austero, pero de un solo amor. Nunca pude encontrar otra mujer, viví  en la sombra, a la sombra de su familia, disfruté alegrías y la acompañé en los pesares.

La imagino durmiendo el sueño eterno en aquella habitación que conocí cuando la visité durante  la enfermedad. Su cama que se recorta en el centro del ambiente con una imagen angelada en la cabecera;  ese rincón preferido, la pequeña mesa y una banqueta con todo lo necesario para escribir. La imagino durmiendo, pero imagino a mi Laura. La Laura que conocí hace veinte años.

La presión de la mano de Lucía,  me trae a la realidad. Laura se nos fue. Laura ya no está.

Lelia Di Nubila

cuento

Esa niña

Estoy acostada, la madrugada  está avanzada y mis fantasmas me rodean.

Lentamente mi mente vuelve al pasado; mi madre está parada a la vera de mi cama, se cobija a mi lado. Sé que ya no está, vi  cuando su cuerpo descendía a la fosa en ese turbador ataúd, pero el espíritu no quiso marchar y ronda por las noches.

Recorro mi vida, las imágenes saltan en mi derredor, alucino y el tiempo discurre sin medida. Hago un gran esfuerzo y vuelvo a la realidad pero me quedo colgada en un lejano recuerdo que recurrentemente retorna mientras duermo:

“Una pequeña niña sujeta a la mano de su madre camina por las calles con paso rápido y en silencio, tratando de no perder ese contacto que la hace sentir segura. La mujer, ensimismada sólo trasmite su presencia jugando con sus largas uñas en las yemas de sus dedos, es  un movimiento imperceptible   e inconsciente”.

Ese leve contacto va más allá de mi imaginación y mis sueños, es una sensación internalizada, lo intuyo y como un eco me repito:

-“Esa niña fui yo”

El cuadro  me retrotrae, en un juego irreal, a  la relación  con mi madre. Hasta su último día  fui esa chiquilla que con pasos rápidos perseguía un vínculo ideal.

Las horas pasan, con los ojos abiertos añoro el peso de los párpados como anuncio de  que el descanso está por llegar, pero se hace rogar y el juego continúa.

Busco palabras para expresar lo que siento y me resulta muy difícil. Nada  fue sencillo. Mi existencia fue una continuidad de pruebas a sortear y los golpes dolieron, y dolieron mucho.

Como una técnica de defensa  mi mente creó esos periodos de ausencia, que no sé si son descansos o pérdidas; vuelvo de ellos pidiendo permiso para ocupar mi espacio como si nunca me hubiera pertenecido. Durante ese tiempo fui la hija de mis hijos y me apena mucho.

-¡Oh, Señor…!- musito en el silencio- dame paz.

Se que no es tan simple, he rogado a Dios por años, y no he aprendido a escucharme, quizá deba comenzar perdonando y perdonándome y reiniciar el camino con quienes quedan a mi lado.

El dolor se hace intenso cuando pienso en mis padres, el rol de ellos quedó inconcluso, partieron porque el destino así lo quiso y porque en sus largas vidas habían  cumplido su etapa, no para mí,  me cuesta aceptar y no puedo cerrar el círculo; me faltan raíces y memoria.

Vuelve la niña con pasitos rápidos colgada de la mano de su madre y  siento la presión en las yemas de los dedos, que tortura…, un escalofrío me recorre.

Giro en la cama buscando alivio y veo la espalda de mi esposo que descansa con placidez, se me presenta  la necesidad de despertarlo para escuchar su voz tranquilizadora pero se que es un  pensamiento egoísta, regreso a la postura anterior, me distiendo respirando con lentitud, las imágenes se van perdiendo, la niña se desdibuja como si una nube la cubriera, mis párpados pesan…

Lelia Di Nubila

poema

Amor…

Escucha,
quisiera confesarte algo.

Una pequeña treta
para sentirme a tu lado.

¿Ves aquélla estrella… la más brillante y hermosa?
Por las noches imagino ser ella, pudiéndote observar.
Y aquélla nube rosada del suave amanecer…
Y el rayo de sol que indiscretamente te despierta…

La fina lluvia otoñal que acaricia tu rostro…
Esa brisa tibia de las tardes soleadas…

Mañana te espero…
En ese gran sol que anuncia un buen día,
o quizá… sobre aquel nubarrón de la próxima tormenta.
¡Hasta mañana..!

Lelia Di Nubila -libro «Reconociéndonos»