Al festejo de Don Bosco no podías faltar. Allí estabas acompañando tus hijos que disfrutaban en sus comparsas, bailando alegres. Miré al otro lado de la avenida, y allí estabas…como siempre…pero esta vez vez tu presencia fue más fuerte… Allí estabas, con tu remera de rayas azul y blanca y el pelo al viento, saludando con la mano en alto y la sonrisa iluminando tu rostro. La emoción fue tan intensa que no me animé a compartirte y aún hoy cuando revivo ese momento las lágrimas resbalan por mis mejillas.