cuento

Caos en la oficina

-Es Juan, el hombre que reparte la correspondencia, enloqueció y cree que lo están acosando.

El desorden lo cubre todo, la gente corre desesperada mientras unos yacen en el suelo. El caos es tan grande que solo piensan en salvarse.

Desde mí puesto de observador miro como en una película lo que está sucediendo a mí alrededor. No puede ser Juan quien haya sacado el arma y disparado a mansalva. Lo veo a diario, recorre las oficinas repartiendo la correspondencia, es un hombre tranquilo, que para cada uno de los empleados tiene una palabra amable.

Hoy vino desquiciado,  nos miró con desconfianza, y se sentía perseguido y gritaba frases incoherentes. Solo entendí  que se dirigió al gerente diciendo:

-¿Me ha estado observando? -inquirió con una mirada rencorosa dibujada en su cadavérico rostro.

 El gerente es un hombre que no acostumbra mentir.

-Confieso -dijo- que he observado su comportamiento y que ha despertado mi interés y curiosidad en el más alto grado.

El hombre sacó un revolver  que tenía oculto en el pecho, giró sobre si mismo y comenzaron los balazos.

-Es Juan, el hombre que reparte la correspondencia, enloqueció y cree que lo están acosando –me repito para que no me queden dudas.

Veo algunos compañeros tirados en el piso con graves heridas, otros escondidos tras los escritorios. ¿Yo?, estoy aquí detrás de él, oculto pues me molestaría mucho que me acosaran con preguntas; afortunadamente Juan no me ha visto. Las sirenas se escuchan muy cerca, los gritos continúan y yo sigo diciéndome, no vaya a quedar alguna duda:

-Es Juan, el hombre suave y cordial que todas las mañanas me da la correspondencia.

gustave courbet-le-désespéré

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