Sentimientos

Mi Escuela 363

A casi todos nos pasa que cuándo recordamos hechos de nuestro pasado,imaginamos su entorno, lo vemos tal cual fue en la época que ocurrió. Cuando volvemos podemos encontrar igual, peor o desconocido. Esto fue lo que me ocurrió en mi vuelta al pueblo.

Quise visitar la escuela donde viví muchos años e hice casi toda mi primaria. La escuela estaba cambiada, algo ampliada, bastante abandonada y su entorno desconocido. Mis sentimientos fueron tan dispares, alegría por volver y desilusión por lo que encontré. Mis recuerdos se agolpaban. El gran aserradero que existía al frente hoy es un baldío, sucio y abandonado, no queda nada, la casa de los dueños que estaba edificada detrás también desapareció. ¡Que tristeza!

Sé que no todos lo comprenden porque no vivieron la escuela de la que yo disfruté, de mi patio… Entre la casa y la escuela no habían divisorias, sus hamacas, sube y baja, balancín y galerías eran mis lugares de juego habituales los fines de semana y cuando las clases concluían. Podía disfrutar andar en bicicleta en su patio áspero que dejaba mis rodillas machucadas cuando me caía.

Fue una infancia solitaria pero de muchas aventuras. A unos cien metros había una  laguna donde buscábamos conchillas para después pintarlas y al anochecer se escuchaba el aullido de los monos carayá proveniente del monte cercano. No había luz, dependíamos del «sol de noche», lámpara que primero fue a querosen y luego a gas. Si nos sentábamos en el patio la luna y las estrella iluminaban para nosotras, siempre con los pies sobre un banco para evitar que nos sorprendieran las serpientes.

Hermosos recuerdos de una época que para muchos quedó en el olvido pero para mí  sigue presente en mi memoria.