Genealogía · Sentimientos

Cerrando círculos

Hace unos años atrás, después de mucho postergar, pudimos viajar con mi esposo en la Semana Santa de 2012 a Entre Ríos.

Existían dos motivos muy importantes: visitar a la hermana menor de mi madre única sobreviviente de esa generación, la de mis tíos, la de mis recuerdos de infancia, y la otra trasladar los restos de mi abuela que se encontraban en Nogoyá.

Fue un viaje emotivo,  recorrimos en Nogoyá y Victoria: Cementerios, Municipios, Registros Civiles, Iglesias recolectando documentación y sintiéndolos rozár  mi cuerpo.

El final del viaje en casa de mi tía Julia en Paraná, un par de días irrepetibles, con ronda de primos, sobrinos y ella con sus 87 años, nos acompañaba hasta la madrugada, compartiendo anécdotas, historias familiares, música, «comida», los infaltables mates y por sobre todo risas. No parecía que habían pasado 20 años de la última vez que nos vimos. Disfrutamos en familia. La tía me permitió escanear fotos que desconocía de mi madre y hermanos cuando eran  niños y del abuelo -fue la primera vez que vi  a Don Carlos Eliseo Quattrochio-

Ese viaje tenía un propósito, quería cerrar el círculo que mi madre había dejado abierto con su muerte, lo único que me quedaba por hacer era trasladar su madre de Nogoyá y su hermana del Cementerio Municipal para que descansaran con ella en el Jardín de Paz. Lo necesitaba, fue un proceso solitario, la única persona que me acompañó en él fue mi marido. Abrir urnas, trasladar restos y una ceremonia de inhumación que ellas se merecían. Al verlas descender me quebré por primera vez y me quedé allí por mucho tiempo, sentada mirando esa fosa que cobijaba mucha de la historia de mi vida.

Cuando voy al cementerio, pongo la mano sobre la lápida donde están grabados los nombres de las tres y sé que están en paz.

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