Cuándo alguien se enferma de gravedad en nuestro círculo de conocidos, nos vuelve tan vulnerables, nos recuerda que no somos eternos.
Que debemos dejar de proyectar a largo plazo para disfrutar del presente.
Que nuestros amigos de la vida no están tan lejos como pensamos y bien vale un reencuentro.
Que nuestra familia es el abrazo más acogedor que nos brindó Dios y debemos agradecerlo todos los días.
Que la naturaleza que nos rodea está aquí y ahora.
Debemos disfrutar todo lo bueno y aceptar lo malo porque de ello aprendemos.
De eso se trata la sanación.