Anoche estuviste presente en la mesa familiar, en mis sueños por supuesto. ¡Cómo te disfruté padre! Eras vos y no lo eras. Estabas algunos años más joven, con traje blanco, y hablando del cigarrillo como una debilidad tuya. Lejos, muy lejos de la realidad, lo detestabas y cuándo de jovencita saqué uno de mi cartera en una fiesta y fumé delante tuyo, sentí tu mirada punzante y un dejo de desilusión.
Anoche también hablamos de eso, de que mi rebeldía sólo duró un par de años.
Que lindo verte sentado a la cabecera de la mesa, chispeante, recién llegado de un «largo viaje».
¿Puedo decirte que te extraño?
¡Te extraño Salva!. No importa la cantidad de años que hayan pasado desde tu partida. Si voy a visitarte sé que terminaré postrada sobre tu lápida llorando.
Más sentimiento, imposible. El amor del padre queda clavado en el fondo del corazón. Una reflexión que te sale del alma.
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Gracias Macalder. Algunos llamará Edipo, para mi es amor por un hombre muy bueno, que sufrió con entereza y siempre tuvo la palabra justa para consolarme, muchas veces aplicando un poco de humor al tema. Saludos
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