Tus ojos cansados de ver tantas veces cosas,
que no querías ver.
Tu paso lento y a la vez pausado,
como si te costara esfuerzo arrastrar el volumen de tu cuerpo.
Tu cachaza provinciana, esa,
que trajiste desde la cuna.
Y tu infaltable humor,
hasta en los momentos más duros.
Esos arranques de furia que muy pronto se apagan.
Toda esa sarta de cosas que cuanto te veo,
se resume en un: “¡Papá!”.
Lelia Di Nubila -libro «Reconociéndonos»